Como se ha visto en el artículo anterior, el Imperio de Carlomagno no sobrevivió muchos años. A pesar del bien elaborado entramado ideológico sustentado por la Iglesia, y su idea de la Renovatio imperii romanorum renacido como Imperio Cristiano, sus bases materiales eran espectacularmente débiles.
Las comunicaciones terrestres eran penosísimas y el Mediterráneo era un lago musulmán, bajo el dominio de los piratas sarracenos (toma de Sicilia por los árabes a mediados del siglo IX). De todas las civilizaciones del Viejo Mundo, la naciente Cristiandad Latina u occidental era la más precaria.
La economía era practicamente de autoabastecimiento, lo que unido a los poderes que acumulaban los condes del Imperio carolingio hizo que cada parte del Imperio fuera practicamente autosuficiente e independiente de Aquisgrán, la capital del Imperio de Carlomagno. Todos los intentos de mantener la autoridad del emperador (como los famosos missi dominici, los inspectores del monarca) chocaban contra la realidad económica de un espacio político sin conexión económica alguna.

Ya hemos visto en el artículo anterior el mapa del Tratado de Verdún (843) y la división del Imperio carolingio. Para Carlos el Calvo la Francia occidental, el germen de la futura Francia. Para Luis el Germánico, la Francia oriental, el germen de la futura Alemania. Para el hijo mayor, Lotario, la parte central, donde se encontraba Aquisgrán, la capital del Imperio e Italia, de donde provenía la dignidad imperial, y el título de Emperador. A pesar de esto, fue la Lotaringia incapaz de afianzarse y enseguida desapareció, dividida y disputada entre sus vecinos franceses y germanos.
En realidad, esta división consagraba tanto la falta de conexión económica entre las distintas partes del Imperio, como lo alejada que estaba aún (a pesar del tiempo trancurrido desde las invasiones del siglo V) de la mentalidad germana el concepto de Estado, que era puramente patrimonial. El concepto de la Renovatio Imperii romanorum, la restauración del Imperio de los romanos era un invento de la Iglesia romana, necesitada de una espada y de una construcción política que sirviera de contramodelo a la otra Cristiandad, el Imperio bizantino.
La falta de conexión entre las distintas partes del Imperio quedó patente con las llamadas Segundas Invasiones.

Aunque menos famosas y decisivas que las Primeras Invasiones, las del siglo V, que acabaron con el Imperio romano de Occidente las Segundas Invasiones fueron devastadoras para la Cristiandad, tanto la occidental o latina como para la oriental u ortodoxa de rito griego. Sarracenos (piratas musulmanes), magiares (húngaros), pueblos eslavos o eslavizados (búlgaros, croatas...), y vikingos o normandos (escandinavos, sobre todo daneses) se lanzaron al asalto, en expediciones de saqueo primero y buscando el asentamiento después.
Las
segundas invasiones fueron mortales para el
Imperio carolingio, pues aumentaron el poder de los señores feudales al ser imposible una defensa centralizada y contribuyendo a su desaparición. Los
ataques de los vikingos o
normandos no terminaron con el fin del Imperio, sino que se hicieron más audaces, hasta el punto de ceder el rey de
Francia todo un ducado a un jefe
normando:
Normandía. También lograron los normandos la conquista de buena parte de
Inglaterra, el llamado
Danelaw, y la imposición de un tributo a los ingleses, el
danegeld.
Los magiares, de lengua ugro-finesa y procedentes de Asia sembraron el terror en tierras germanas (ugroi=ogro), mientras que los eslavos, desde las estepas, llegaban a cambiar la composición étnica de los Balcanes, asentándose en ellos y reduciendo al Imperio bizantino en Europa a Grecia y Tracia. Los sarracenos musulmanes conquistan Sicilia a mediados del siglo IX, y desde sus bases navales en Provenza e italia son una amenaza constante.
Pero...
Los pueblos de las segundas invasiones no tienen ningún tipo de coordinación entre sí. Los normandos, por ejemplo, atacaban tanto territorio cristiano como musulmán. Una vez pasada la fiereza de los primeros momentos, los vikingos tuvieron que convertirse al cristianismo de grado o por la fuerza (como los vikingos del rey Guthrum de la Inglaterra danesa, o Danelaw, tras ser derrotados por los ingleses) y terminarán siendo absorbidos por Inglaterra a finales del siglo X.
Los magiares, tras la derrota en la batalla de Lechfeld (955) por los alemanes, tuvieron que convertirse al cristianismo con Esteban I, fundando el reino de Hungría. El prestigio del rey de Germania Oton I por la victoria le hizo coronarse emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (I Reich), heredero del de Carlomagno.
En el ámbito oriental, los éxitos del Imperio bizantino son espectaculares. El mayor, la alianza del emperador bizantino Basilio II con los eslavos del Principado de Kiev: Los rusos se convirtieron al cristianismo ortodoxo. Con esta alianza y ya pasado el año 1000, derrota a los búlgaros (recibió el apodo de Bulgaróctonos o "matador de búlgaros"), y somete a los eslavos serbios, reincorporando los Balcanes al Imperio cuando pocos años antes, los búlgaros llegaban a las afueras de Atenas.
Con la incorporación de numerosos pueblos a la Cristiandad, pasado el peligro de las Segundas Invasiones y la llegada del orden feudal, la recuperación de Europa está a la vista. En frases del monje Raúl Glaber la Cristiandad "se llenó del blanco manto de las iglesias". Hemos llegado al año mil, entramos en la época del románico y en la Plena Edad Media.
La Edad Media en mapas (V): De Carlomagno al Tratado de Verdún
La Edad Media en mapas (VII): De las Segundas Invasiones a la Primera Cruzada
Atlas histórico de la Edad Media